Qué decir de una de las cervezas de trigo bávaras más aceptadas en el mundo. Pues que es una bebida pensada para disfrutar. Como lo es Bayern. Al menos desde mi punto de vista. No es la mejor weissbier ni de largo. Eso ya lo sabemos. De las que nos llegan embotelladas a la distribución principal la Könnig Luwdig es bastante mejor. Claro que cuesta el doble (son casi dos leuracos, chato). Erdinger también me gusta más. Y no hablemos de Maisel's o una HB. Sin embargo, la Franziskaner es un valor seguro. Nunca defrauda. Refresca, asienta el estómago y te transporta al la sensación maravillosa de un desayuno copioso, un buen hamaiketako, al bajar del monte con el trabajo hecho. El agro bávaro y el vasco se parecen bastante.
Pero vamos al brebaje. Es una de las pocas cervezas que me obliga a torcer ligeramente el vaso al servirla. Se puede, sí se puede sí, tomarla en una copa. Copón de medio litro que sorprende por lo bien que queda, pero ya que tiene su propio recipiente... Ah, si la poner en copa ya no hace falta girarlo. Un poco de pulso es suficiente.
Entonces entrega toda la espuma. Un revoltijo final para recuperar la levadura y a empezar a babear con su aspecto. Regio. Al tiempo humilde, turbio -como desalineado-, pero sin dejar lugar a dudas de que es una cosa maravillosa. Un poco como baviera, ¿no? Tienen pinta de aldeanos despistados, pero controlan el cotarro.
En boca es siempre fresca, vivaz, fácil de beber, No sé por qué en los bares que la tienen de caña han cogido la manía de espesarla. Dejar el grifo a medio gas para que haga espumota. Esto se sirve a mares. Abrir, vaso, llenar, otro vaso, y otro. Como una kupela de sidra, Y a tragar, Sin remordimientos. Canta, muerde un bretzel, canta y mea. Es diurética como pocas. Por eso en los buenos bierhofs las mesas llevan una canalón incorporado. No pierda en tiempo en ir hasta el baño.
En fin, que me emociona. Conclusión: Medio litro de weiss a media mañana te hará la vida mucho más llevadera
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